¿Quién soy?

¿Qué quién soy yo? Pues bien... podría empezar a contar desde el principio de los tiempos, pero vamos a saltarnos la parte en la que nací, crecí y viví para ir a lo que nos interesa: ¿quién soy yo para contarles a ustedes este rollo macabeo?



Mi nombre es Mery y a mis 26 veranos... ¡he decidido ponerme ortodoncia! Y no es la primera vez en mi vida, no señor. Cuando tenía 12 años (una edad en la que, por supuesto, llevar hierros en la boca no te traumatiza para nada...) el dentista del pueblo le dijo a mi madre: –Señora, su hija tiene los dientes torcidos–. Y mi madre, como cualquier madre preocupada por la salud bucodental de sus retoños, ni corta ni perezosa se apretó el cinturón para poder pagarle a su adorada hija el tratamiento de un año de ortodoncia. Conclusión de esta historia: El dentista del pueblo le saco los cuartos a mi madre y, después de todo el sufrimiento y dolor que había pasado, mis dientes volvieron al mismo lugar torcido del que habían salido (pero este tema tan largo lo dejo para otra entrada).

Ahora, a mis 26 años, siendo profesora de lenguas extranjeras me he atrevido a ponerme de nuevo ortodoncia. ¡Y esta vez juro que será la definitiva! Y remarco lo de las lenguas extranjeras porque, como bien comprenderán ustedes, en mi trabajo no puedo "entad a claze habando azi" como me pasaba con la ortodoncia removible con paladar que llevé a los 12 años. Por eso el tema de la ortodoncia ha sido meditado y más que remeditado cuatro mil quinientas veces por mi inquieta cabecita.  Aunque este sí que es tema para una entrada completa (y la tendrá).



IMAGEN: Google Images (autor desconocido). Una imagen vale más que mil palabras y tu imagen era perfecta para mis palabras. Por favor si eres el propietario de esta imagen, házmelo saber y te citaré encantada.

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